Justicia



“Queridos hijos, que nadie los engañe. El que practica la justicia es justo, así como él es justo” (1 Juan 3:7)

En ética el concepto justicia es vital, ningún acto virtuoso está completo si no se actúa de manera justa. Sin embargo, muchos confunden el término y le asignan fines y cualidades que nada tienen que ver con la justicia real.

Cuando la justicia es defendida desde el poder, tiene un sesgo, porque existe la tendencia a imponer criterios, simplemente, porque se tiene el poder para hacerlo.

El problema se torna aún más complejo cuando la justicia es defendida, alimentada y dirigida por un poder religioso. La tendencia a irse al extremo es muy grande, es lo que demuestran los miles y miles de ejemplos de la historia.

Los seres humanos han sido los protagonistas de las historias más escalofriantes que existen. Cuesta creer, por ejemplo, que muchos de los jerarcas nazis eran fieles miembros de iglesias tradicionales, algunos, incluso, clérigos. Lo mismo puede decirse de Bosnia y sus masacres, y de latinoamérica y los grupos de narcos, la mayoría se declara creyente, y sin embargo, no dudan en cometer las peores tropelías.

Una sociedad tiene que generar el contexto legal y ético para cuidar de sí misma, con todos incluídos. Elegir gobernantes que sean capaces de acatar las leyes y el conjunto de la sociedad.

Dios no envió a su pueblo a crear una nación. Ese fue el clásico error de Israel que comenzó cuando pidieron rey. La convicción divina era que se constituyeran en un medio de comunicación donde dieran a conocer con sus vidas y su ejemplo quién era el Dios verdadero, pero como muchos religiosos de hoy, se envanecieron y en vez de ser luz se convirtieron en tinieblas, para otros y para sí mismos.

“Estoy a favor de la verdad, la diga quien la diga. Estoy a favor de la justicia, a favor o en contra de quien sea” (Malcolm X)



Copyright: Dr. Miguel Ángel Núñez. 
Del libro inédito: Reflexiones al amanecer 


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