¡Qué fácil es ser juez!



“¿Quién eres para juzgar a tu prójimo?” (Santiago 4:12)

Los seres humanos somos extremadamente contradictorios. Juzgamos, con simpleza e incluso crueldad, pero, la mayoría de los humanos espera que nadie los juzgue a ellos. La irracionalidad de esta situación es descrita en la pregunta que hace Santiago: ¿Quiénes somos para juzgar al prójimo?

Lamentablemente, no entendemos que juzgar es un ejercicio propio de la presunción. Se presume saber sólo porque se ve. Como si lo externo nos dijera la verdad de una persona. La realidad dista mucho de ese estereotipo infantil. La mayoría de los seres humanos no revela con facilidad lo que es y lo que piensa. A menudo, buscan la tranquilidad de la confianza confidencial, de otro modo, dicen lo que los otros quieren escuchar o simplemente, callan.

Trabajo con problemas. A eso me dedico desde hace tres décadas. Como orientador y consejero de parejas y familias en crisis, a menudo me encuentro con la crueldad de quienes, mirando desde lejos se consideran aptos para decir qué deben o no hacer quienes están padeciendo un determinado conflicto, sin detenerse a pensar realmente en quiénes son esas personas. Muchos simplemente, opinan, sin escuchar.

El sentido común, que es muy poco común, nos dice que para emitir opinión debemos ser cautelosos, especialmente si no conocemos toda la realidad de alguien. Los pormenores generalmente no son de poca monta, explican lo que a simple vista no se ve.

Una ética correcta, a la manera de Jesús, sería nunca emitir un juicio sobre nadie, porque en general, nadie entiende realmente a nadie, se precisa de tiempo para aprender a conocer a otros.

“En general, los hombres juzgan más por los ojos que por la inteligencia, pues todos pueden ver, pero pocos comprenden lo que ven” (Nicolás Maquiavelo)



Copyright: Dr. Miguel Ángel Núñez. 
Del libro inédito: Reflexiones al amanecer 


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